Marte Episodio 4


Marte ocupó un espacio importante en los inicios de mi vida humana. Ni bien vine al mundo, mi madre me habló sobre las estrellas, las constelaciones y en especial sobre su sueño frustrado de ir a Marte cuando fue joven. Así pues, el planeta rojo me acompañó durante mi infancia y juventud y se convirtió en mi obsesión en aquellos, mis primeros años terrestres. Por esas épocas jamás hubiese imaginado que algún día formaría parte de los primeros humanos en poner un pie sobre la arcilla marciana y comenzar el proceso de creación de la primera colonia humana en otro planeta.

La historia de Marte y mi madre comenzó cuando ella llegó a Lima y conoció a un chico que se llamaba Jaime. Se enamoraron e hicieron planes como toda pareja ilusionada por un futuro juntos. Lamentablemente la situación económica y la precariedad de sus empleos les propinó una cachetada de vuelta a su triste realidad. Necesitaron pues de un plan B, o al menos una ilusión de un plan de escape a su situación.

Lima siempre fue una ciudad de inmigrantes. Desde los años 1940, debido a la falta de empleo en las zonas agrícolas y a la falta de oportunidades de desarrollo local, una oleada de campesinos e indígenas provenientes de las montañas peruanas consolidó la población de las periferias de Lima y se convirtió en la mano de obra barata para las clases medias y altas que vivían en el centro de la ciudad. Estos peruanos eran marginales que trabajaban en su gran mayoría de manera informal y eran víctimas de racismo y clasismo por parte de las élites Limeñas. Jaime era descendiente de esos peruanos que llegaron a Lima en busca de mejores oportunidades y que aún seguían luchando y sobreviviendo en la gran urbe Limeña.

Pero la capital peruana vivió otra ola de inmigración con la llegada de cientos de miles de venezolanos que huían de la crisis de su país, la violencia, la corrupción, el autoritarismo y la falta de insumos básicos y oportunidades de trabajo. Así es como Vanessa, la madre de Iris llegó al Perú, lamentablemente falleciendo ni bien llegar a la frontera.

Así pues, un peruano marginal y una hija huérfana de madre venezolana, sin estudios superiores, viviendo en la gran ciudad donde había cientos de miles de otros marginales peruanos y venezolanos representaban mucha competencia para ellos. Las oportunidades eran escasas o nulas.

Es así como juntos tuvieron esa idea delirante de que podían ser elegidos para el programa de exploración marciana. No solo no tenían estudios superiores en ciencias, que era un requisito indispensable, sino que tampoco hablaban otro idioma a parte del español, entre otros requisitos necesarios que tampoco cumplían. En resumen, no iban a ser escogidos jamás y ellos en el fondo lo sabían, pero sus deseos inmensos de escapar de su vida en La Horrible les permitió soñar despiertos y tener la esperanza de, algún día, cambiar de vida.

Pero “Las cosas pasan por algo” me dijo mi madre una vez. Este es un dicho que jamás me gustó en mis épocas de humano. Es una frase que manifestaba que no estábamos en control de nuestras vidas y solo debíamos aceptar un destino que nos era impuesto.

Millones de años después descubriría que yo tenía un destino y mi destino era el destino del Universo.

Pero aún recuerdo la primera vez que escuché aquellas palabras de la boca de mi madre cuando apenas yo tenía 9 años.

  • Al final las cosas pasan por algo Alfonso, nunca nos llamaron los de Space X, pero fue para lo mejor. Esa primera misión que partió en 2040 sufrió una terrible tragedia y menos mal que no estuvimos allí.
  • Pero mamá si estabas allí yo jamás hubiera existido ¿no?
  • Si mi amor, tienes razón, por eso estoy contenta de no haber ido – aún puedo ver su sonrisa y sentir su cariño cuando me dijo esas palabras. Enseguida le pregunté – ¿pero qué pasó?
  • Pues luego de casi 9 meses de viaje, cuando estaban a punto de llegar a Marte, la nave tuvo un desperfecto y los astronautas se quedaron sin oxígeno y encima los motores fallaron.
  • ¿Murieron los astronautas?
  • Si Alfonso, murieron todos…
  • Entonces estoy contento de que no hayas ido mamá – mientras pronunciaba esas palabras ella me miraba con ternura y amor infinito.

Hubo una cosa que mi madre nunca me dijo. La misión Space X 2040 era solo un viaje de ida. Era una misión cuyo objetivo era verificar la viabilidad de una colonización en el planeta rojo, estudiar el impacto en el organismo humano de vivir a largo plazo en otra gravedad y en otras condiciones diferentes a las terrestres y enviar todos esos datos valiosos de vuelta a la tierra para preparar las futuras misiones de colonización. Los astronautas de esa misión estaban dispuestos a sacrificar su vida por ello, y mi madre también.

El accidente ocurrió cuando faltaba una semana para llegar a la órbita marciana. Un desperfecto en el sistema eléctrico de la nave afectó al sistema de soporte de vida y de reciclaje de oxígeno. El fallo también afectó a los motores creando una desviación en la ruta de entrada a Marte. La nave se estrelló en suelo marciano con los cuerpos sin vida de los astronautas al interior.

Pero su sacrificio no fue en vano, desde la Tierra, los ingenieros y científicos pudieron salvar al Rover 2040 que la nave llevaba consigo. El Rover 2040 era un robot autónomo diseñado por la NASA e ingenieros de Space X cuyo objetivo era el de ayudar en las misiones de reconocimiento y exploración de otras regiones de Marte. El Rover 2040 fue hábilmente eyectado de la nave y aterrizó en el casquete polar norte desde donde enviaría datos importantes durante muchos años.

La misión Space X 2040 fue un fracaso. La tragedia puso en debate la viabilidad de enviar misiones tripuladas a Marte. Las opiniones eran divididas pero la consecuencia inmediata fue que todo programa de exploración fue detenido a nivel mundial.

Pero eso nunca me detuvo a mí. Esa chispa que me transmitió mi madre dio forma a mi personalidad y a mis ambiciones. Yo quería lograr lo que ella nunca pudo. Esta vez sería diferente porque yo había hecho estudios superiores en ciencias y hablaba 3 idiomas. Era solo cuestión de esperar la oportunidad.

Era solo cuestión de ser paciente.

Y yo siempre fui alguien muy paciente.

Marte me esperaba, yo estaba seguro de ello.

Y el tiempo me dio la razón. Un día en el año 2060, cuando yo tenía 17 años y estaba dudando entre estudiar arqueología u otra carrera, el Rover 2040 tocó a la puerta de la humanidad con una noticia que cambiaría para siempre el curso de la historia. Como consecuencia de ello se reactivaron los programas de exploración a Marte a nivel mundial y una serie de medidas de urgencia se pusieron en marcha.

Era una señal, así lo sentí yo, era como si el Rover 2040 me hubiese llamado a mí. Sin dudarlo me inscribí a la carrera de arqueología. Ese era uno de los perfiles solicitados para las siguientes misiones de exploración debido al hallazgo realizado en el planeta rojo.

Me encontraba un paso más cerca de Marte.


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