El ídolo dorado estaba perfectamente posicionado sobre el altar de piedra. Mi compañero de viaje estaba expectante varios metros detrás mío con miedo a que algo ocurra. Estábamos en un antiguo templo perdido en la ceja de selva peruana. Una antigua civilización perdida y hasta entonces desconocida para el mundo moderno pudo mantenerse oculta durante muchos siglos, pero eso cambió cuando yo me enteré de su existencia y decidí lanzarme en su búsqueda para encontrar sus tesoros.
Era evidente que se trataba de una trampa. Si yo retiraba el ídolo dorado, algún mecanismo se iba a activar y pondría en peligro nuestras vidas con el objetivo de evitar que robemos el tesoro. Estaba seguro de ello, muchos años de estudios en arqueología me enseñaron que las antiguas culturas peruanas solían poner ese tipo de trampas en todos sus templos. Si en Machu Picchu no se encontró nada era porque se habrían olvidado de hacerlo o no buscaron bien.
Lo bueno es que yo tenía todo planeado. Llevaba conmigo una bolsa con arena, tan astuto como soy, había previsto este escenario e iba a reemplazar el ídolo dorado con la bolsa de arena para equiparar el peso y no activar ningún mecanismo de defensa. Estaba seguro de ello debido a mis estudios. Era común que los antiguos peruanos fabricaran trampas que funcionaban en base al peso del tesoro y cualquiera que tuviese la desdicha de no tomar sus precauciones sufriría una muerte segura.
Mi compañero sudaba de los nervios. Tenía los ojos grandes como los de un búho y movía los dedos de sus manos como queriendo tocar el tesoro a la distancia. Me dispuse a realizar la operación de reemplazo. ¡Listo! ¡todo un éxito! ¡nada ocurrió!
Repentinamente el altar de piedra se hundió unos centímetros, la expresión en el rostro de mi compañero cambió de euforia a terror y el templo alrededor nuestro comenzó a desmoronarse frente a nuestros ojos y si no hacíamos algo rápido íbamos a morir enterrados.
Corrimos rápidamente en dirección a la salida del templo, evitando milagrosamente flechas que salían disparadas de las paredes y abismos que se abrían a nuestros pies producto del temblor de la tierra. Hay que reconocer que mis antepasados (de parte de padre) eran muy ingeniosos con sus mecanismos de defensa. Mi compañero me llevaba algunos metros de ventaja, llevaba consigo mi látigo, mi preciado látigo que me había acompañado en tantas aventuras. Repentinamente nos vimos separados por uno de esos abismos y yo no podía continuar, la única salida era que él me lance mi látigo para que yo lo pueda usar como solo yo podía hacerlo para librarme de esa situación. Pero mi compañero me pidió que primero le entregue el ídolo. Tuve una ligera sospecha sobre sus intenciones de ayudarme, pero no me quedaba otra alternativa, así que con una curva casi perfecta lancé el ídolo y aterrizó en sus manos. Como era de esperar, mi confianza se vio traicionada y mi compañero me abandonó a mi suerte dejando mi látigo tirado en el suelo, no sin antes decirme “adiós señor”, ¡hijo de puta!
Gracias a mis aptitudes atléticas pude dar un salto felino al otro lado del abismo, agarrarme de una rama podrida a punto de romperse, pero lo suficientemente fuerte como para resistir mi peso durante unos segundos para finalmente subir y salvarme de una muerte segura en el fondo de dicho abismo en donde seguramente los antiguos peruanos habrían puesto estacas puntiagudas dispuestas a atravesar mi cuerpo.
Pude recuperar mi látigo, pero eso no era todo. Una enorme puerta de piedra estaba cerrándose frente a mis ojos. Con una plasticidad digna de un atleta olímpico, pude escabullirme por debajo de la puerta cuando solo faltaban unos 40 cm para que esta se cerrase.
Aún me faltaba mucho para llegar a la salida. ¿Cuál o cuáles serían las trampas en esta parte del templo? Para mi suerte estas trampas ya habían sido activadas por mi compañero, quien evidentemente no estudió arqueología como yo y no pudo anticipar las flechas. Su cuerpo estaba atravesado por al menos diez de estas y en la expresión de su rostro se podía leer su sorpresa ante la violenta llegada de su muerte. A sus pies, se encontraba el ídolo dorado, ¡bingo! A eso le llaman karma ¡mother fucker! Que otros te lloren porque yo no lo haré.
Tomé el ídolo y me dispuse a correr con todas mis fuerzas el último trayecto cuando repentinamente por encima mío una gigantesca esfera de piedra apareció dispuesta a aplastarme o, en caso de que yo decidiera esquivarla, sellar la puerta de salida del templo para dejarme atrapado para siempre en su interior. La decisión era evidente, tenía que correr por delante de la esfera y llegar primero a la salida. Era una carrera de vida o muerte. Y yo siempre ganaba mis carreras. Corrí con todas mis fuerzas, la piedra me comía los talones hasta que en un último esfuerzo me lancé hacia adelante atravesando una gruesa tela de araña y caí rodando cuesta abajo mientras la piedra redonda siguió su curso por otro lado ¡Me había salvado!
Pero había una amenaza más, alrededor mío se fueron acercando amenazantes con sus lanzas y flechas los miembros de esta misteriosa tribu peruana ¡Estaban vivos! El ídolo dorado era su legado y su tradición ancestral era de proteger dicho tesoro a toda costa. Tenía pocas maneras de escapar a esa situación, pero seguramente que…
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La alarma de mi teléfono es un eficaz despertador, aunque un poco brusca. Estoy entre el despertar y el sueño, transitando entre los dos mundos lentamente. La cabeza me duele un poco, creo que tomé unas copas de más la noche anterior en la fiesta del trabajo. Mis ojos se abren lentamente, se dibuja ante mí el techo blanco de mi habitación. Mi visión se va acostumbrando poco a poco a la luz del día serrano, una luz limpia, amarilla y que alegra el alma. De afuera van llegando los olores secos de la montaña peruana y los sonidos de un nuevo día que comienza.
¿Qué estaba soñando? Es curioso como al despertarnos tenemos recuerdos vívidos de nuestros sueños, pero bastan solo unos pocos minutos para que estos vayan desapareciendo y confundiéndose con recuerdos reales y otras fantasías del pasado. Creo que otra vez soñé con aquella vieja película de 1981, creo que se llamaba algo así como “Los cazadores del arca perdida”, una película de aventuras que tenía como protagonista a “Indiana Jones”, un arqueólogo intrépido que no temía arriesgar su vida en busca de aventuras y tesoros perdidos. Tengo que admitir que cuando elegí la carrera de arqueología me imaginaba que mi día a día sería algo así, pero la realidad es muy distinta y mucho más aburrida.
Luego de 5 años de estudios obtuve mi primer trabajo en un complejo arqueológico. Nada más lejos de las aventuras de Indiana Jones. Mi día a día consiste en ser guía turístico del centro en las épocas de alta afluencia y el resto del año estoy analizando e investigando los restos arqueológicos encontrados décadas atrás por otras personas. Nada espectacular, pero al menos tengo alojamiento y una vida independiente. Disfruto del aire limpio y sobre todo no pierdo de vista mi objetivo final:
Inscribirme en el programa de exploración marciana.
Luego del descubrimiento de las ruinas en Marte, el programa de exploración se reactivó. Especialistas en arqueología y otras ciencias son buscados en un minucioso proceso de selección para formar parte de las misiones de reconocimiento al planeta rojo. Este año salió la primera misión luego de más de 25 años. Lamentablemente al no contar con la experiencia mínima requerida para postular no pude inscribirme al proceso de reclutamiento. Solo llevo un año trabajando desde que terminé mis estudios. Pero es solo cuestión de tiempo y paciencia para finalmente inscribirme en la próxima misión, que espero no sea dentro de otros 25 años.
Por el momento intento disfrutar esta etapa de mi vida, que si bien no es como me la hubiese imaginado, tampoco está tan mal. Al mismo tiempo me gusta mucho estar aquí y disfrutar de la naturaleza y de las montañas. La vista desde mi habitación es magnífica, las montañas verdes, el cielo azul y las nubes blancas son como una pintura viva y yo vivo en ella.
Me encuentro en el centro arqueológico Choquequirao, a 3103 metros de altura sobre el nivel del mar en las estribaciones del antiguo nevado de Salkantay, en la cordillera de los andes peruanos.
El año es: 2067
Choquequirao, vocablo quechua que significa “cuna de oro”, es una antigua ciudadela construida aproximadamente en el año 1536. Similar en arquitectura a su hermana Machu Picchu, juntas son el principal atractivo turístico del Perú relacionado a la cultura de los Incas.
El complejo arqueológico Choquequirao se hizo conocido allá por el año 2011 como consecuencia de los trabajos de restauración que tenían como objetivo su apertura al turismo en masa. Por aquel entonces la única manera de acceder al sitio era a pie desde alguno de los puntos cercanos a la ciudadela. Actualmente siguen existiendo los recorridos a pie, pero también hay un teleférico que permite llegar en unos pocos minutos a la entrada del recinto arqueológico.
Yo vivo en el mismo centro junto con un equipo de arqueólogos. Nos dedicamos a mantener el sitio, realizar investigaciones y recibir a los turistas. Muy lejos de mis sueños de aventura, solo soy un funcionario público del ministerio de cultura que se presta a iniciar una nueva semana. Bienvenido sea el lunes, ya voy llegando tarde a la reunión semanal.
- ¡Alfonso! ¿qué tal? Creo que la pasamos bien anoche ¿no? tienes una cara… – me dijo Carlos, uno de mis colegas arqueólogos al verme caminar con prisa y despeinado.
- Mira quien habla, tú también estás llegando tarde, ¿a quién se le ocurre hacer una reunión en domingo? – respondí.
- Te recuerdo que fue solo un almuerzo… nadie nos obligó a seguirla hasta las últimas… Pero imposible evitar escuchar tus historias y teorías marcianas con unas cervezas bien heladas, ¡es culpa tuya! Jajaja
- Ya si, jaja tienes razón bueno luego hablamos, que la reunión va a comenzar y somos los últimos en llegar.
En efecto Carlos y yo fuimos los últimos en entrar a la reunión de coordinación de todos los lunes. Ni bien entré a la sala, busqué con la mirada a Karla. Allí estaba ella, guapa como siempre, me devolvió la mirada con una sonrisa cómplice. No pudimos vernos ayer como lo habíamos planificado, ya que yo, en medio del alcohol, había decidido que prefería contar mis historias y teorías sobre los viajes a Marte en lugar de pasar una noche de pasión con mi compañera de trabajo.
Es evidente para todos que es un tema que me apasiona mucho. Pero creo que fui muy lejos esta vez, tengo que admitirlo. Pocas eran las oportunidades en las que Karla y yo podíamos vernos. Las reglas de comportamiento de los empleados en el centro de trabajo son bien claras, y como funcionarios públicos que somos debemos respetarlas para evitar ser sancionados y poner en peligro nuestra continuidad en el puesto.
Karla tiene un novio en Lima, pero aparentemente su relación no pasa por un buen momento. A todas luces soy un pasatiempo para ella, pero no me molesta, después de todo me hace bien de cuando en cuando sentirme útil y de paso disfrutarlo. Hace varios años que no he estado en una relación de ningún tipo, me he dedicado a mi carrera profesional y a cumplir con mis objetivos. Mi vida personal siempre ha estado en un segundo plano. Mi visión de la vida va más allá de ser un simple humano que vive su vida como los demás. Yo quiero lograr mi objetivo de ir a Marte y dejar mi huella en la historia.
Los humanos no somos más que actores en una gran obra de teatro a la que llamamos vida. Yo no quiero ser como los demás actores, quiero romper el guion de la obra, conversar con los espectadores, conocer al dramaturgo y ver que hay más allá de este teatro llamado Planeta Tierra.
El Perú y el mundo cambiaron mucho durante la primera mitad del siglo XXI. La temperatura del planeta se ha elevado 0,5 grados y si la tendencia sigue así, para finales de siglo la temperatura se habrá elevado 1,5 grados en total con respecto a finales del siglo pasado. El origen del cambio climático sigue siendo un tema de discusión a nivel político para ganar votos en campañas electorales, pero para la comunidad científica el asunto está muy claro. Los ciclos del planeta y su traslación alrededor del sol son uno de los principales causantes de los diferentes cambios climáticos de la historia de la Tierra. Pero desde que el homo sapiens puso su pie sobre el planeta su efecto en el clima fue notorio, aumentando las temperaturas sin necesidad de esperar a la llegada de los ciclos naturales. Todo esto por causa de la emisión de gases de efecto invernadero iniciados a partir de la era industrial.
Si bien, hubo muchas iniciativas para intentar paliar estos efectos, como las energías renovables y los autos eléctricos, debido a la falta de voluntad política en muchos países estas tecnologías tardaron en implementarse lo que conllevó a que la temperatura del planeta se haya elevado esos 0,5 grados.
En Perú las consecuencias de este calentamiento fueron devastadoras debido a la falta de abastecimiento de agua producto del deshielo de algunos de los principales glaciares de la cordillera, fuente de agua para la capital y otras grandes ciudades del país. Esto originó una migración sin precedentes de Lima a otras ciudades del Perú en el año 2055. Lima pasó de tener 9 millones de habitantes a inicios de siglo, a tener hoy 6 millones. Fue en ese año en que me mudé con mi madre al Cuzco, lugar donde viví hasta hace un año para luego venir a Choquequirao.
Así la semana fue pasando. Entre el análisis de reliquias arqueológicas, estar atento a las noticias sobre la misión a Marte y mis encuentros a escondidas con Karla.
- Te veo algo distraído Alfonso – me dijo Karla – ¿ocurre algo? ¿Estás pensando otra vez en Marte? ¿o soy yo?
- No nada – Karla me conocía bien – bueno tú sabes, hoy es la llegada de la misión a Marte, lo daría todo para estar allí y ver el planeta con mis propios ojos. Estoy a la expectativa de la conferencia de prensa que dará Bluelife en cuanto se confirme el aterrizaje de la nave.
- Alfonso – mirándome tiernamente – no me debes explicaciones, solo me preguntaba si había algo que no estaba bien…
- Todo está bien – me pareció sentir un interés más profundo en mí por parte de ella ¿estaría viéndome con otros ojos? – y tu ¿estás bien? Me miras un poco raro
- Alfonso Alfonso … a veces pareciera que no estás aquí sino soñando despierto y no te das cuenta de lo que ocurre aquí y ahora, pero creo que justamente ese es tu encanto…
- No estoy seguro de lo que me estás intentando decir – repliqué genuinamente confundido.
- Cállate y bésame, Alfonso – Karla se acercó a mí y pude sentir sus pechos presionando mi cuerpo. Me empujó contra la pared de la habitación y me besó apasionadamente.
Esta vez Karla parecía querer entregarme algo más que su cuerpo. Me había acostumbrado a disfrutar de sus curvas color canela y sus labios carnosos dentro de unos límites no dichos que nos habíamos impuesto. No éramos más que un hombre y una mujer realizando un negocio placentero y sin compromisos, disfrutando de la mecánica sexual de nuestros cuerpos. Sabíamos lo que hacíamos y nos gustaba hacerlo.
Pero esta vez era distinto, Karla me miraba como queriendo entrar en mi alma, sus movimientos perfectos y técnicas de placer fueron transformándose lentamente en apasionadas caricias que eran a la vez tiernas y excitantes. La velocidad del acto fue disminuyendo y pude sentir su corazón palpitar y su respiración cerca de mi rostro. Su mirada se tornó tibia y sus labios dulces, sus curvas perfectas se fusionaron con mi cuerpo y no nos separamos hasta sentir que nos fuimos por un instante de este mundo y regresamos vivos, cansados y felices.
Karla se enamoró de mí.
Y ella me hizo sentir lo mismo por ella.
Es la primera vez que algo así me ocurre. Se siente bien y no quiero dejar de abrazar a Karla. Toda mi vida he evitado involucrarme sentimentalmente con alguien, pero quien diría que cuando menos me lo esperaba el amor llegaría a mí sin que yo lo llame.
- Nos conocemos desde hace un año, pero tengo la impresión de haberte conocido toda mi vida – me dijo Karla mirándome con unos ojos dulces y brillantes. Su cuerpo desnudo junto al mío es un cuadro que me gustaría ver desde arriba. Se siente muy bien en todo caso. Con respecto a lo que me acaba de decir, me gustaría responderle lo mismo, pero no quiero mentirle. Tampoco quiero herirla ¡qué difícil son las relaciones humanas!
- Yo también siento una conexión contigo – ¡inteligente respuesta! No preciso ningún tipo de escala temporal que podría obligarme a mentir. Yo recién siento algo por ella desde hace unos minutos…
- ¿Crees en el destino Alfonso?
- No estoy seguro de eso… ¿tu sí? – pregunté algo extrañado.
- Pues en realidad yo no creo en eso, pero últimamente me estoy haciendo preguntas al respecto. Nunca te conté la razón de porqué vine a este trabajo… Fue idea de mi novio de hecho…
- ¿Cómo dices? – pregunté muy interesado.
- Como te dije, con Miguel tenemos problemas hace bastante tiempo, incluso antes de venir aquí. Fue mi primer novio, estamos juntos desde que yo tengo 16 años. El tiempo es una gran prueba… y los dos creo que estábamos llegando a un punto de hartazgo el uno del otro. Es triste decirlo porque muchos piensan en el amor como una magia eterna… pero la verdad es que, como todo, tiene fecha de vencimiento, la fecha varía según la pareja, pero todo tiene fin…
- ¿Y cómo fue que Miguel te propuso venir aquí?
- Pues, en una de nuestras discusiones Miguel se fue molesto a un bar. Se emborrachó como solía hacerlo cada vez que peleábamos y regresando a casa lo asaltaron y le quitaron todo y lo dejaron tirado en medio de la calle.
- ¡Lo que me cuentas es terrible! – repliqué sin entender cuando esa historia iba a explicar por qué Karla llegó a mis brazos.
- Según lo que me dijo él, mientras estaba tumbado en el suelo, un papel, llevado por el viento, aterrizó en su rostro. Era un retazo de papel de un diario en donde estaba escrito un anuncio de empleo para el centro arqueológico de Choquequirao…
- Ya veo… – respondí creyendo saber a dónde iba la historia…
- En ese momento, según lo que me comentó él, tuvo el sentimiento de que un mensaje le había llegado del cielo. Él es creyente. La borrachera se le pasó instantáneamente y vino literalmente corriendo a casa.
- Emborracharse no parece muy católico que digamos … – repliqué sin ánimo de crítica, pero con una pequeña sonrisa. Yo no soy creyente, me considero agnóstico, respeto la fe de los demás, pero no creo que los misterios del universo se puedan explicar con uno o varios libros llenos de contenido con mucha imaginación escritos hace miles de años.
- Bueno, el punto no es ese Alfonso – me respondió Karla con una mirada pícara – Cuando Miguel regresó a casa a eso de las 4 de la madrugada gritando como un loco me dijo lo siguiente: ¡Karla! Yo te amo, pero no estamos bien, mira lo que encontré, tú estás buscando un trabajo para cuando termines la universidad y no encontrabas nada. Aquí lo tienes ¡mira este anuncio! Postula, vete para allá, seguro que te aceptarán porque eres la mejor, sé feliz, yo sé que tu carrera te apasiona, yo te esperaré aquí. Necesitamos un tiempo separados para darnos cuenta de que nos extrañamos el uno al otro…
- Interesante – respondí asombrado – pero entonces no tienes técnicamente un novio… ¿qué son ustedes ahora?
- “Técnicamente” … tienes una manera curiosa y graciosa de hablar… eres tan lógico a veces… pero justamente eso hizo que yo me… – Karla dejo de hablar como si quisiera no decir nada más o evitar pronunciar la palabra que estaba en la punta de su lengua.
- … ¿eso hizo qué? – insistí, adiviné la palabra que evitó decir, pero quería que la dijera.
- Alfonso, creo que sabes lo que quise decir, pero recién estamos comenzando… quiero ser prudente…
- ¿Qué estamos comenzando Karla? – pregunté mirándola a los ojos mientras me colocaba encima de ella – Al final ¿eres infiel o no eres infiel?, yo creo que Miguel, el pobre merece una respuesta tuya… – le repregunté sonriendo traviesamente.
- Yo soy fiel a mí misma y a mi felicidad… y tu ¿serias fiel a una mujer o le pondrías los cuernos con un viaje a Marte?
- Pues … – sinceramente no tengo idea que responder y Karla se dio cuenta ello.
- Alfonso… eres como un robot que necesita procesar la información antes de dar una respuesta ¿sabes qué? No te preocupes por responder a mi pregunta. Soy una tonta por decirlo ahora quizás, pero no dejaré que un viaje a Marte se interponga entre los dos. Yo iré contigo. Después de todo necesitan arqueólogos para entender el origen de esas ruinas y no es por nada, pero soy mejor que tu…
- ¿Lo dices… en serio? – pregunté sorprendido. No me esperaba algo así de ella. Karla sabe qué palabras decir para encender mi amor por ella. Y lo ha conseguido – no estoy seguro de eso Karla ¡no creo que seas mejor que yo!
Por primera vez en mi vida creo que siento eso a lo que llaman amor. Cuando escuchaba hablar a las personas acerca de encontrar un compañero para la vida, no entendía a que se referían. Hoy lo entendí. Karla se cruzó en mi camino, no sé si por obra del destino u otra razón. Lo cierto es que ella está aquí conmigo y me siento feliz y quiero sentirme así siempre.
En Paris, Bluelife ha iniciado la conferencia de prensa para anunciar la llegada de la misión a Marte. Por fin el hombre ha tocado suelo marciano.
Pronto iré yo también y no iré solo.
No me imagino ir a Marte sin ella.